viernes, 22 de noviembre de 2013

A DONDE SE VA EL TIEMPO



El otro día    a una muchacha yucateca  que me atendía en el  mostrador de una aerolínea que le decía a otra  - “el tiempo ahora se gasta más rápido” -     y todos los que estábamos allí reímos de buena gana  no sin antes concederle la razón. Y no es que los minutos tengan menos segundos, ni  las horas menos minutos, o las semanas menos días somos nosotros que sin duda lo percibimos de manera diferente.  Porque entre más contamos con cantidad de artefactos para ahorrarnos el tiempo, más nos falta. Ya no tenemos que ir al correo  más cercano  a enviar una carta o abrir nuestro buzón para esperar una  sino que recibimos tantos correos  y estamos en contacto con tanta gente de  una manera tan abrumadora que rebasa varias veces el tiempo que nos ocupaba antes. El ahorro de tiempo  enseguida es ocupado  de inmediato por otras necesidades y  oportunidades   creadas.  Como los teléfonos celulares,  que nos han creado la enfermiza necesidad  de estar  en todo momento  en contacto con todo el mundo. Necesidad que adquiere los derechos de  inclusive irrumpir en  la hora de las comidas y del sueño, como si el mundo no continuara su inexorable movimiento al desconectarnos.
Recuerdo que antes mi tiempo duraba más, y los años eran tan largos, que alcanzaban para todo. Y no solamente cuando era niña y las vacaciones de la escuela en el  verano se me hacían  tan largas que al final  me aburría y   me urgía empezarla.  Ahora con eso de que todo lo que se hace puede ser  “exprés”, la vida se ha vuelto una suerte de torbellino que cuando se detiene  nos damos cuenta que han pasado  los años y aquellas cosas que siempre quisimos hacer para las que necesitábamos tiempo   nunca las hicimos.
Cuantas veces nos  repitieron satanizando  el ocio cuando éramos niños o  jóvenes ¡Qué manera de perder el tiempo! Cuando   tal vez  estábamos  oyendo nuestro disco favorito, o platicando con nuestros amigos en la puerta de la casa,  o tumbados en la playa simplemente sin  hacer nada.  Nos enseñaron que el ocio es un pecado y la ocupación era sinónimo de santidad.
Con estas reflexiones en mi cabeza  me he dado cuenta que el tiempo nunca sobra, ni se ahorra ,  SE BUSCA…  cuestión de consciencia, pues hay cosas que no son productivas según los nuevos valores  impuestos por una sociedad  que  mide   la felicidad, la embotella, dosifica y la  trata  de vender  como vende  los tiempos compartidos;  una semana de  vacaciones de escenografía, de diversión sin límite, rezan los anuncios de ventas,  que cuando se acaba seguimos tan vacíos como antes …
Buscar el tiempo para las cosas esenciales sigue siendo un reto para todos…por que estas no tienen tiempo por si mismas sino hay que dárselo como  sería poder disfrutar a nuestros hijos en sus actividades, visitar  a la familia, hacer algo creativo  o tal vez leer aquel libro que hace meses se ha quedado en nuestra mesa de noche…Ahora aún más que los años no duran  lo que antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario