LA JORNADA MAYA/JACOBO ROA: EL SUEÑO DE VIVIR DEL ARTE



Tenemos todos los consensos de que es difícil vivir del arte, aun cuando sabemos de muchos artistas que no solamente viven de él, sino que son personas adineradas.  El artista hoy en día debe ser talentoso y además  saber cómo venderse en ese nicho de mercado.
En ese camino cuesta arriba está Jacobo Roa, un artista plástico que vive y le apuesta a Playa del Carmen para crear su forma de vivir. Y digo cuesta arriba, porque en Playa del Carmen no hay una sola pared seria y formal para exhibir arte visual. Aun cuando me cuenta que desde hace 9 años participa en el evento de todos los jueves en la 5ª Avenida llamado CAMINARTE, que para él ha sido una ventana al mundo que lo ha podido encontrar; se puede decir que prácticamente tropezándose con su exhibición. De ahí le salió su primera exposición en el exterior, de ahí su obra se ha ido en manos de los turistas que lo han podido valorar, inclusive hasta Australia. Estos mismos lo han recomendado y se ponen en contacto con él.  Allí ha encontrado   coleccionistas que han apreciado su obra y año con año, lo vienen a ver.
Jacobo no está estacionado, fue llamado a intervenir una mano del reconocido artista Pedro  Friedeberg, para una subasta altruista en el Franz Mayer,  su participación en la última bienal de Yucatán atrajo   mucho interés por él. Fue merecedor del Premio Municipal de Artes Plásticas 2015 de Solidaridad y así… va remontando.
¿Cómo llegas a saber que quieres ser un artista plástico?
J.- Pues mi camino es de largo aliento, pues desde chico tengo la oportunidad de viajar mucho con  mi padre, ingeniero geólogo, sobre todo  el centro de México por sus  diferentes comisiones de trabajo. Y curiosamente es él, sin saberlo, quien influye en mí. Esos viajes me  despiertan el gusto por la cultura mexicana; sus ciudades y pueblos, la arquitectura , su  campiña, la comida, la  música  y  colores.  Nos llevaba a los Museos de sitio, admiraba mucho el arte sacro de las iglesias.  Esa  experiencia desarrolló en mí el interés   por la arquitectura y hoy en día esos   recuerdos que  guardé de manera inconsciente en la memoria,  son ahora una fuente constante inspiración. 
Fui un niño muy inquieto, aprendí a leer y a escribir antes de llegar a la primaria, pero igualmente   indisciplinado. Mientras todos atendían la clase,  llenaba al lado de las sumas y restas caricaturas de mis profesores, y dibujos de cualquier cosa que me llamaba la atención. En las tardes, después de clase asistía de  manera regular  en el exconvento de San Agustín a estudiar arte, pero mis dibujos nunca fueron del gusto de mis maestros quienes  nunca pudieron encasillarme.  No he sido de deportes de equipo, no me gusta el futbol, ni verlo ni jugarlo. Para mi la bicicleta era mi mayor diversión, por la libertad que me daba.  
¿Cómo llegas a Quintana Roo?
J.-Termine la prepa seguro que sería arquitecto a pesar de la presión paterna por la ingeniería, como si lo hicieron mis hermanos. En aquella época ser artista no era opción. Hice el examen de admisión y no pase, eso determinó de alguna manera mi vida. Aproveche ese año para irme de viaje, con el dinero que me pagaban por hacer caricatura política para un periódico panista local; me pasaban una foto de algún político que ni conocía y le hacia su caricatura, me iba muy bien con eso pues las hacía muy rápido…
Ese viaje fue a Quintana Roo. Conocía muchas playas del Pacifico, pero no las del Caribe… primero visité Playa del Carmen y enseguida pensé, no sé cómo le voy hacer pero aquí quiero vivir.
Pero realmente me dieron trabajo en Cozumel en el área de alimentos y bebidas en el Hotel Hard Rock. Afortunadamente consigo donde vivir en una especie de “Melrose Place”, donde uno de los vecinos era el artista pintor Galo Ramírez que vivía con su novia, una cantante de Blues canadiense. Me encantaba ver su estilo de vida, la   bohemia, su estudio siempre lleno de música, de intelectuales  amigos. En las mañanas que tenía libre pinto con él, me da tips…y puedo decir que es en Cozumel cuando siento   que eso es lo que quiero hacer y   la vida que   quiero vivir. 
Jacobo  estaba lejos todavía de asentarse en un sitio y su natural inquietud  lo lleva en 1996  a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, durante cuatro años. Hacía poco había surgido el movimiento Zapatista, la ciudad esta efervescente, multitud de extranjeros llenan sus calles coloniales, atraídos   por   vivir revoluciones ajenas.

Que mejor que un bar restaurante al que llamó “La Creación”. Pues no alcanzó, ser el punto de reunión de la bohemia, de artistas, escritores reporteros, de múltiples nacionalidades para sostener sano el negocio. Cuatro años después comienzan a hacer el drenaje profundo justo enfrente de su espacio y es la gota que derrama el vaso.
Vivir de su arte es el sueño que avanza lento en su proceso de maduración, en ese entonces en búsqueda de una identidad propia   y fue   en Chiapas donde encontró el mejor caldo de cultivo para descubrir el estilo que lo distingue hasta ahora, me dice. Sin embargo, sin nada que lo atara toma  la oportunidad de unirse a la Caravana Zapatista, que se organizaba por todo el país. Agarra lo que le quedó y se trepa a ella.
J.-  Llegar al Zócalo de la Ciudad de México fue una experiencia única, porque sabía era irrepetible. Mi   romanticismo revolucionario me reconecta con pasión con la expresión artística que me lleva  a   Oaxaca. Allí entro a estudiar de manera formal artes plásticas en la escuela Rufino Tamayo. En ese entonces había un movimiento plástico muy importante en la Ciudad. Pero los artistas en Oaxaca se manejaban en tribus, y después de dos años no logro encontrar   mi espacio en esa elite, igual considero que tal vez todavía no estaba para las grandes lides… Así pues  retomo el sueño de vivir en Playa del Carmen.
Consigo trabajo rápido en la Bodeguita de en Medio , por mi experiencia previa. Era la franquicia directa de Cuba, y  el gran atractivo fue que me llevaban a Cuba, donde paso dos meses a entrenarme.  Feliz, disfruto el Arte cubano, sus Museos y galerías.  
Poco tiempo después conozco a Siria, una compañera  de trabajo cuya lengua materna es el maya ya que   se levanta con su abuela cerca de Carrillo Puerto, de padre español.  Desde entonces es mi compañera con la que tengo dos  hijos, Romina e Ian. Ella me aporta la sabiduría popular y el  amor por la cultura maya.
Jacobo tiene futuro prometedor en las artes plásticas, sus cuadros ya circulan por el mundo entero. Hoy en día vive solamente de pintar con su mente puesta en lo que quiere, lo que puede llegar a ser. Su estilo es muy propio, cuando lo conoces y  te topas con  un cuadro de él,  se identifica de inmediato… ese es un ROA.

Jacobo Roa nace en Ciudad de México en 1972. Su niñez y juventud transcurre en Guanajuato. Estudia en la escuela Rufino Tamayo de Oaxaca. La obra de Jacobo la podemos situar dentro de un realismo (mágico) caótico e irreverente. Es necesario interactuar con su obra y   para   perseguir su mensaje implícito en sus abigarrados lienzos con pistas laberínticas y enigmáticas. Usa el color a la mexicana, sin términos medios, de manera intensa y sin prejuicios. Sorprende e irrumpe dentro de los esquemas con osadía.
Sus influencias vienen del movimiento surrealista que se dio en México, con la presencia  Remedios Varo y  Leonora Carrigton, sobre todos.  De Pedro Friedeberg que llega a la escena posteriormente. De los modernos José Luis Cuevas y Diego Rivera. Del escritor chileno Alejandro Jodorowsky. Su serie los Psicomagos, está inspirada en su libro Psicomagia.
Su obra forma parte de colecciones particulares de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Japón, Brasil, Alemania, Italia, y Portugal, entre otros.



No hay comentarios:

Publicar un comentario