El otro día oí a una muchacha yucateca que me atendía en el mostrador de una aerolínea que le decía a
otra - “el tiempo ahora se gasta más
rápido” - y todos los que estábamos
allí reímos de buena gana no sin antes
concederle la razón. Y no es que los minutos tengan menos segundos, ni las horas menos minutos, o las semanas menos
días somos nosotros que sin duda lo percibimos de manera diferente. Porque entre más contamos con cantidad de
artefactos para ahorrarnos el tiempo, más nos falta. Ya no tenemos que ir al
correo más cercano a enviar una carta o abrir nuestro buzón para
esperar una sino que recibimos tantos
correos y estamos en contacto con tanta
gente de una manera tan abrumadora que
rebasa varias veces el tiempo que nos ocupaba antes. El ahorro de tiempo enseguida es ocupado de inmediato por otras necesidades y oportunidades creadas.
Como los teléfonos celulares, que
nos han creado la enfermiza necesidad de
estar en todo momento en contacto con todo el mundo. Necesidad que
adquiere los derechos de inclusive
irrumpir en la hora de las comidas y del
sueño, como si el mundo no continuara su inexorable movimiento al
desconectarnos.
Recuerdo que antes mi tiempo duraba más, y los años eran tan
largos, que alcanzaban para todo. Y no solamente cuando era niña y las vacaciones
de la escuela en el verano se me hacían tan largas que al final me aburría y
me urgía empezarla. Ahora con eso de que todo lo que se hace
puede ser “exprés”, la vida se ha vuelto
una suerte de torbellino que cuando se detiene nos damos cuenta que han pasado los años y aquellas cosas que siempre
quisimos hacer para las que necesitábamos tiempo nunca
las hicimos.
Cuantas veces nos repitieron satanizando el ocio cuando éramos niños o jóvenes ¡Qué manera de perder el tiempo! Cuando
tal vez
estábamos oyendo nuestro disco
favorito, o platicando con nuestros amigos en la puerta de la casa, o tumbados en la playa simplemente sin hacer nada. Nos enseñaron que el ocio es un pecado y la
ocupación era sinónimo de santidad.
Con estas reflexiones en mi cabeza me he dado cuenta que el tiempo nunca sobra,
ni se ahorra , SE BUSCA… cuestión de consciencia, pues hay cosas que no
son productivas según los nuevos valores
impuestos por una sociedad que mide la felicidad, la embotella, dosifica y la trata de
vender como vende los tiempos compartidos; una semana de vacaciones de escenografía, de diversión sin límite,
rezan los anuncios de ventas, que cuando
se acaba seguimos tan vacíos como antes …
Buscar el tiempo para las cosas esenciales sigue siendo un
reto para todos…por que estas no tienen tiempo por si mismas sino hay que dárselo
como sería poder disfrutar a nuestros
hijos en sus actividades, visitar a la
familia, hacer algo creativo o tal vez
leer aquel libro que hace meses se ha quedado en nuestra mesa de noche…Ahora aún
más que los años no duran lo que antes.