Hace poco viajé a la CDMX, y fui
a la casa que dejamos hace 16 años huyendo de la complicada
vida citadina. Y fui, porque quería regalarle a mi hija unas obras de arte mías, 2 platos de
cerámica que se llaman "Mujer Abierta y Mujer Cerrada" que
estaban en una de sus paredes; una vez instalados
en la pared del apartamento de mi hija, uno de ellos cayó estrepitosamente y
quedo hecho añicos por el piso. Quedé impactada por lo sucedido, porque días
antes mi hija y yo nos habíamos sentido impotentes, tristes, enojadas
y decepcionadas por los recientes femicidios, de Abril,
Fátima y tantas mujeres que son asesinadas simplemente por ser mujeres.
Cuando vi aquel desastre, pedazos
de mi "Mujer Abierta" por el piso, conmocionada y con lágrimas en los ojos
exclamé ¡La Mujer está Rota!
La reacción de mi marido fue proponer enfático- ¡vamos
a repararlo!- sentí que aquello sería imposible, estaba desolada pero al mismo tiempo comprendí que todo aquello era muy
significativo…sobre todo para mi estado de ánimo.
Mi hija y yo, recordamos la
icónica novela de Simone de Beauvoir, 1967, que lleva el mismo nombre La Mujer
Rota. ¡Imagínense! ya entonces una feminista como Simone de Beauvoir, relata en
sus tres historias a mujeres con el
hilo conductor de la presencia de ellos, y la sensación de sus protagonistas de
haber pasado por la vida, sin vivirla.
Simone de Beauvoir decía, en su
famoso ensayo, El Segundo Sexo, que “la mujer” era una construcción social cultural;
madre, esposa, hija o hermana. Ella propone a las mujeres la reconquista de su
propia identidad desde su criterio… resumiéndolo en su célebre frase “no se nace
mujer, se llega hacerlo”.
Mi marido que, en algún momento de
su vida cósmica debió ser restaurador, recogió todos los pedazos y con paciencia
comenzó la tarea de restauración; fue colocando pieza tras piezas, como un
rompecabezas, días descifrando la obra que poco a poco tomó forma. Obviamente
había cosas irreparables, pero con un poco de masa y goma, adquiría una nueva
personalidad; como dicen los japoneses que las reparaciones son parte de la
historia de un objeto, no para ocultar sino para incorporar, poniendo de
manifiesto su transformación.
Toda esta anécdota me llevó a
reafirmar lo que pienso del feminismo… todos, hombres y mujeres debemos ser
feministas, porque de que serviría una balanza inclinada solo hacía un
lado. Difícilmente podría contener
algo. Desde niños, a mujeres y hombres nos educan con
una cultura machista tanto mujeres , como hombres. Aun cuando pensamos que
ahora es diferente… ejemplos hay muchos: el sueldo que se dispone para un empleado
hombre o al de una mujer, como en el caso de las mujeres futbolistas; o el domingo
que se le da al hombre, es mucho mayor que el de la mujer, el sacarlo de las cocinas para que no
estorben. Darles las gracias cuando cambian un pañal, como si no fuera también
su responsabilidad; expresiones como “aguántese” cuando quiere llorar si reciben
un golpe; los llenamos de miedo a ser débiles, a ser
vulnerables, a ser gentiles…
Ciertamente la violencia desatada
contra las mujeres, tiene origen en la educación que se le ha dado a los
hombres, como el proveedor, el que tiene
el poder basado en el dinero que aportan… pero que, hoy en día, no está pudiendo desempeñar el rol que le asignaron,
por la pobreza y la precariedad de la vida, la falta de oportunidades… al contrario, tiene
que aceptar la ayuda de las mujeres sus parejas, hijas, madres y que, al
hacerlo, ellas también adquieren derechos.
Derechos que no quiere compartir donde sus frágiles egos están amenazados. Los que
evolucionan con el nuevo orden de las cosas, avanzan, los que no, se rebelan y
llegan hacer cosas atroces a las mujeres que los rodean, aun cuando sean las
madres de sus hijos.
Toda la sociedad debe entrar en
una profunda reflexión, pues entre más ascendemos en los puestos de poder y decisión,
menos mujeres encontramos; los mejores sueldos, las mejores oportunidades, las
siguen teniendo los hombres… no obstante las
mujeres representamos el 52 % de la población del mundo. Y sí… somos
diferentes, nuestros órganos son diferentes, la manera como vemos las cosas, la
forma de hacerlas, las prioridades. Valdría la pena que se abran los espacios,
que haya equidad de géneros en todos los ámbitos para un mundo
mejor.
Ver a mi compañero de 45 años inclinado
reconstruyendo las piezas de mi plato cerámico me trajo la imagen
perfecta de lo mucho que pueden aportar los hombres en este trabajo de
reconstruir, de suturar heridas, de crear nuevas oportunidades y expectativas
para las mujeres, basadas no en el género, sino en las capacidades,
necesidades, habilidades e
intereses.
Quisiera terminar con las ideas de
la escritora feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie:
Todos deberíamos ser
feministas